Warcraft III: Reforged

Warcraft III: La historia hasta ahora

Warcraft III: La historia hasta ahora
El conflicto es, en una serie llamada Warcraft, una necesidad discutible. Pero las batallas del bien contra el mal nunca son simples cuando deidades cósmicas se involucran en los asuntos de los mortales. Cuando un titán caído dotado de un poder incalculable y un deseo de poner fin a toda vida ordenó la corrupción de los orcos, estos se embarcaron en un camino que terminaría en un enfrentamiento inevitable con una nación de humanos que disfrutaba de una próspera existencia. Este conflicto que se expande por todo el universo ayudó a que Azeroth se convirtiera en el mundo que conocemos actualmente.

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De orcos y humanos en Warcraft

Sargeras, quien tiempo atrás había sido el mejor guerrero de los titanes semejantes a los dioses, la congregación de entidades cósmicas responsables de dar forma al universo y establecer el orden en él, sucumbió ante la corrupción que todo lo consume del Vacío Abisal, un plano entre los mundos compuesto de magia caótica, y de los demonios que residían allí en un intento por proteger a sus hermanos de su depravación. Convencido de que el único modo de salvar al universo de las entidades demoníacas del Vacío Abisal era purgarlo, pronto direccionó su poder al cosmos en busca de eliminar toda forma de vida existente. Con ese fin, forjó la Legión Ardiente demoníaca. Tras un ataque fallido contra Azeroth 10,000 años atrás, Sargeras encontró una oportunidad de atacar nuevamente el mundo y posesionó al mago Medivh con la intención de usar sus poderes para incentivar una guerra entre mundos que forzaría a que Azeroth se derrumbase.

Corrompido por la magia maligna de Sargeras, Medivh, el último de un antiguo linaje de magos poderosos y amigo del trono de Ventormenta, trabajó para orquestar la caída de Azeroth. Encontró en el remoto mundo de Draenor un espíritu afín, el poderoso brujo Gul’dan. Mediante la manipulación de magia herética, este nefasto orco le enseñó a su gente a canalizar energía demoníaca. Su influencia llegó a un punto crítico cuando convenció a los orcos de beber la sangre del demonio Mannoroth, con la promesa de volverlos invencibles a cambio de su obediencia. La sangre del demonio envenenó sus mentes y los transformó en un ejército consumido por una sed de sangre y controlado por las sombras de Gul’dan y su marioneta, el jefe de guerra Blackhand.

Medivh hizo un pacto con su nuevo aliado: a cambio de la promesa de convertirse en un dios, Gul’dan crearía un portal entre la tierra de Azeroth de los humanos y su propio planeta, Draenor. Así, el Portal oscuro se abrió por primera vez y la innumerable Horda cruzó para enfrentarse a los humanos de Azeroth.

La Horda de los orcos atacó los principales territorios de los humanos, dejando poblados enteros en ruinas a su paso. Durante años, los orcos y los humanos se enfrentaron en salvajes escaramuzas, cada bando tratando de ganar tiempo y conocer al enemigo con la finalidad de lanzar un ataque a gran escala en el momento indicado. Tres años tras la apertura del Portal oscuro, la Horda marchó hacia la ciudad de Ventormenta. Aunque el primer ataque fue repelido por el comandante del rey, Anduin Lothar, la Horda emprendió la retirada a fin de reagruparse y decidir el mejor modo de dar un golpe decisivo contra el reino de los humanos.

Mientras tanto, el aprendiz de Medivh, Khadgar, les reveló en confianza al rey Llane y a Anduin Lothar de que su maestro había sido corrompido por fuerzas oscuras y había liberado a la Horda sobre Azeroth. Con la ayuda de Khadgar, Lothar asesinó a Medivh y desterró al espíritu de Sargeras de su interior al Vacío Abisal. Gul’dan, quien había entrado a la mente de Medivh antes de su muerte para buscar información, cayó en un profundo estado de coma tras la muerte del mago.

El gran jefe de los orcos Orgrim Doomhammer se vio desilusionado con el liderazgo de la Horda bajo el mando de Gul’dan y Blackhand. Sintiendo que era su oportunidad, desafió a Blackhand por el manto de jefe de guerra y emergió victorioso de la lucha. 

Unidos bajo el estandarte de Doomhammer, la Horda marchó hacia Ventormenta una vez más. Mientras la ciudad estaba siendo atacada, Garona Halforcen, una antigua aliada de los humanos quien en secreto estaba bajo las órdenes del Consejo de la Sombra de Gul’dan, aseguró la victoria de los orcos y asesinó al rey Llane siguiendo las órdenes del Consejo. La moral del ejército de Ventormenta murió junto con él, y la ciudad sucumbió ante el poder de la Horda. Anduin Lothar declaró la guerra como perdida y se retiró junto con lo que restaba del pueblo de Ventormenta al otro lado del Mare Magnum.

El cambio de la marea de Warcraft II

Desesperados en busca de ayuda, Lothar y los sobrevivientes del ataque de Ventormenta huyen al norte. Allí, buscaron el apoyo del soberano del poderoso reino de los humanos de Lordaeron, el rey Terenas Menethil II. Los refugiados eran prueba irrefutable de la amenaza que representaba la Horda; ante la imposibilidad de negar la existencia de tal amenaza a la vida en Azeroth, el rey Terenas convocó a los líderes de los reinos humanos para preparar una contraofensiva contra la Horda. Siete naciones se unieron bajo un único estandarte por primera vez en 3000 años, lo que dio origen a la Alianza de Lordaeron.

Gul’dan, quien había despertado recientemente de su coma mágico tras la muerte de Medivh, hizo tratos con el nuevo jefe de guerra de la Horda y desautorizó al Consejo de la Sombra para salvar su vida. Aunque no se fiaba del brujo, Doomhammer perdonó a Gul’dan y le permitió establecer su propio clan para incrementar las filas de la Horda. Con la poderosa ayuda de los trols Amani reclutados y el artefacto Alma de Demonio recientemente descubierto, un artefacto ancestral capaz de controlar a los dragones, los orcos se prepararon para avanzar contra las naciones humanas restantes.

Mientras la Horda se preparaba para marchar contra sus enemigos, Lothar reunió a las razas dispersas de Lordaeron, por lo que consiguió la ayuda de los enanos de Forjaz, e invocó su derecho como el último descendiente del linaje Arathi para pedir la ayuda de los elfos nobles de Quel’Thalas. Obligado por un juramento de sangre sellado tiempo atrás con la gente de Lothar, el rey Anasterian Sunstrider envió un pequeño ejército de soldados para ayudar a Lordaeron liderado por la Capitana Forestal Alleria Windrunner.

Orgrim Doomhammer condujo a la Horda hacia al norte en un camino de destrucción continuo, siguiendo los vestigios de la gente de Ventormenta hacia Lordaeron y arrasando todo lo que se interpusiera en su camino. Aunque la victoria parecía estar cerca a medida que las fuerzas de los orcos marchaban por Lordaeron, la ciudad viviría para resistir los últimos días de la Segunda Guerra debido a un brote de discordia en las filas de la Horda. Doomhammer y su ejército, listos para atacar el corazón de la Alianza, recibieron noticias preocupantes: Gul’dan había abandonado a sus hermanos orcos llevándose consigo la mitad del poderío militar para ir en busca de la legendaria Tumba de Sargeras con la finalidad de convertirse en un dios. 

La traición de Gul’dan le otorgó a la Alianza la mismísima oportunidad que necesitaba para cambiar el curso de la guerra. Las tropas de Anduin Lothar se reunieron y ejercieron presión sobre la Horda desde las tierras de Lordaeron hasta la fortaleza volcánica Cumbre de Roca Negra. Reacio a aceptar la derrota, Doomhammer, con determinación, lanzó un último ataque contra los humanos, lo que puso fin a la vida de Lothar en una arremetida suicida.

Tras la caída de Lothar, el teniente Turalyon asumió el puesto de comandante y pidió a sus hermanos y hermanas que siguieran luchando en honor al legado de su comandante. Este grito de guerra fue tan inspirador que las fuerzas de los humanos atravesaron fervientemente a la Horda, dispersaron lo que quedaba de su ejército y capturaron como prisioneros de la Alianza a todos los enemigos que pudieron encontrar. Los prisioneros fueron puestos en campos de internamiento y abandonados a su suerte.

Y así, las llamas de la Segunda Guerra se extinguieron, y la paz reinó en una tierra que durante tanto tiempo había sido víctima de la guerra. En los años siguientes a la derrota de la Horda, la Alianza se desintegró incapaz de mantenerse unida por el pacto endeble que había sido forjado por una situación de desesperación generalizada. Entonces, el reino de Lordaeron quedó solo para enfrentarse a un futuro incierto.

Caos creciente

Al inicio de Warcraft III: Reign of Chaos, casi 13 años después de la derrota de la Horda, los problemas comienzan a surgir una vez más. Los rumores de una plaga se extienden rápidamente por todo el reino de Lordaeron, lo que inquieta a los ciudadanos y obliga al hijo del rey Terenas, Arthas, a investigar su origen, una aventura que lo llevará por un camino de oscuridad y que marcará su destino para siempre. Mientras tanto, un presuntuoso joven reúne a los orcos que han pasado las últimas décadas trabajando en atestados campos de internamiento y los inspira a abandonar el yugo del encarcelamiento y a tomar nuevamente sus armas. Dentro de las tierras gobernadas por la Alianza, surge un culto que envenena las mentes de sus miembros y anuncia el inicio de una plaga maligna que busca allanar el camino para una nueva invasión de Azeroth.  Y los elfos de la noche, en un intento desesperado por proteger sus tierras ancestrales de las fuerzas destructivas, despiertan a aquellos sumidos en un profundo sueño y contemplan la posibilidad de liberar al prisionero más peligroso que su raza haya conocido en un intento de obtener el poder necesario para enfrentarse a sus enemigos.

La calamidad regresa una vez más al mundo de Warcraft, y sus habitantes, tanto nuevos como ya conocidos, toman sus armas para luchar por el futuro. ¿Te unirás a su lucha? Reúne a tus ejércitos y vive este legendario capítulo de la historia de Warcraft adquiriendo Warcraft III: Reforged hoy mismo.

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