Cuento de Warcraft: "El llamado"
Después de abandonar los reinos de la Muerte, Anduin Wrynn ha tratado de mantenerse ocupado. Perturbado por terrores nocturnos y recuerdos siniestros, el joven rey finalmente encuentra la soledad que buscaba en Valle Canto Tormenta, trabajando en la molienda de harina para una aldea local. Pero aunque Anduin haya logrado ocultar su identidad, hay algo de lo que no puede escapar: quién es y de qué está hecho.
La brisa acarició la barba del recién llegado, cuyos ojos hambrientos se deleitaban con el paisaje de tierras verdes y abiertas.
Valle Canto Tormenta era el hogar ancestral de los maresabios, magos cuyo dominio del agua y el viento había protegido a embarcaciones y marineros durante generaciones. Sin embargo, la belleza de esta pequeña aldea junto al mar no se debía a majestuosos monumentos de esa poderosa magia. Este era, sin duda, el granero de Kul Tiras, donde el viento salobre susurraba sobre la cebada y el trigo, y la única magia era la del agua y los molinos de viento que crujían de la mañana a la noche, convirtiendo los elementos en energía para alimentar y cuidar a la población.
El sonido agradable de los molinos anunciaba la promesa de nuevos comienzos.
Y el romper de las olas, más abajo, cerca de la cueva donde había dejado enterradas sus pertenencias, anunciaba un fin.
Los viajes recientes de Anduin Wrynn no lo habían llevado por lugares pacíficos. Comprendía que estaba tratando de limpiarse, de purgar la mente y el alma, quemar sus pecados en lugares donde el paisaje reflejara su propio sufrimiento.
Mis amigos... a los que casi maté... creen que mis manos están limpias. Pero no las siento así.
Años después de esa confesión, nada había cambiado.
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